Cine en las Arribes del Duero

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Doctor Zhivago, La Cabina, Del Pirineo al Duero...

Mapa de La Ribera del Duero en 1641, durante la invasión portuguesa

Cascada del Remolino. ARRIBES DEL DUERO

martes, 12 de mayo de 2015

Las VENGANZA, parte II: un cuento de contrabandistas

Parte II del cuento de contrabandistas en LA RIBERA DE SALAMANCA, escrito por MATILDE CHERNER y publicado por Robustiana Armiño de Cuesta en 1862.

En este capítulo nos habla de la creencia en brujas, diablillos, demonios, familiares,...las ancestrales brujerías de las ARRIBES DEL DUERO.

II
La Perlita se casó,
Se fue á vivir a la playa,

Cogiéronla los armeros,
Diéronla para una saya.
Perlita, ¿qué será de ti?
Perlita, ¿qué será de ti?,
Piensas que nadie lo sabe,
Y todo se sabe aquí”                   (Canción popular)


“Rosa permaneció por algunos dias encerrada en su cuarto, jurando y persiguiendo como un presidiario, y desoyendo los consejos de la cirujana, que con el pretesto de consolarla, entraba en la casa por la mañana, y no salia hasta muy cerrada la noche.
De repente Rosa cesó de llorar, trenzó de nuevo sus negros y abundantes cabellos, y se presento en la iglesia acompañada de la cirujana, que no cesaba de repetirla seis veces por hóra:
-“ ¡Gracias á Dios ,hija mia, que te has cansado ya de lloriquear y hacer pucheritos como una tonta. No se acaba el mundo con ese tunante, que mal fin tenga, y estos ojos ,lo vean…nada, nada á rey muerto, rey puesto, y á vivir!
En medio de su dolor y de su vergüenza, que la hacian huir de sus antiguas amigas, Rosa encontraba cierto consuelo en la compañía de aquella mujer charlatana é insustancial, pero que al menos miraba con indulgencia sus gravísimas faltas, y la compadecia y acariciaba como una verdadera madre.
Es verdad que la cirujana obraba solo impulsada por el interes de ganarse la voluntad de la muchacha: pero Rosa, que se veia cuidada á qué quieres boca, que veía la casa arreglada y limpia como una tacita de plata y los mozos de la labor mejor atendidos que nunca, pensaba acerca de aquella pobre mujer como la gran Catalina de Médicis acerca del duque de Guisa, á quien todo el mundo acusaba de obrar tan solo impulsado por sus ambiciosas miras.
-“ Si nos sirve como ninguno, ¿qué nos importa que á la vez se sirva también á sí mismo? “
Rosa asistia á la misa los domingos, recorria las eras, los olivares y los viñedos; pero ni acudia al baile como las demas mozas del lugar, ni se la veia jamas con ninguna de sus antiguas amigas, de las que parecia haberse olvidado por completo.
Su rostro hermoso y apacible estaba con frecuencia iluminado por una vaga y melancólica sonrisa, que prestaba nuevo encanto á sus labios delgados y encendidos como claveles; pero el profundo rayo de su pupila, se habia reconcentrado en el fondo de las órbitas de una manera misteriosa, como si ajena á todos los sucesos del mundo esterior dirigiese las miradas al fondo de su joven y destrozado corazon.
Animado por la intimidad que reinaba entre las dos nuevas amigas, el padre de Rosa (á la que comunmente llamaban en el pueblo Rosalba) se atrevió á demostrar á su hija todas las ventajas que le traeria el que la cirujana entrase por completo en la casa, y lo mucho que debia prometerse de una mujer que, como decian en el lugar, veía el sol por las espaldas de la chica, y que solo por ella habia dejado la tertulia del estanco, con su brisca y su truquiflor, y sus copillas de anisete.
Con gran asombro del labrador, Rosalba, que siempre se habia opuesto con toda su energía á que mujer alguna ocupase el puesto de su santa y virtuosa madre, accedió de buenas á primeras á la propuesta, y á los pocos dias la cirujana cubierta de moños y colorines entraba en plena posesion de la casa de su nuevo marido, siendo lo mas notable que la muchacha, que habia sido toda la vida voluntariosa é indomable, era para con su madrastra mas humilde y suave que una malva.
Pero ¿quién puede penetrar los misterios que encierra en sus profundos senos el corazon de la mujer?
Rosalba, la hermosa Rosalba, la que parecía ya curada de su dolorosa herida, estaba cada vez mas frenética, mas delirante, mas celosa, entregándose con frecuencia en sus noches de insomnio á los accesos de la mas funesta desesperacion.
Desde aquel negro dia en que otra mujer se haía unido para siempre al que tan villanamente la habia deshonrado, “no hubo ya para Rosalba ni sombra, pena ni alegría: no hubo ya mas que un pensamiento unico, el de la realizacion de su venganza”[1].
Esclava de aquel pensamiento que la dominaba de una manera horrible, resuelta á sacrificar por él todos los intereses materiales, que miraba ya con la mas glacial indiferencia, Rosalba, que pasaba la vida en acecho, logró averiguar al cabo de algunos meses que su pérfido amante, labrador y contrabandista á la vez, hacia frecuentes escursiones á Portugal, dejando á su joven esposa en el hogar  en compañía de su madre, mujer laboriosa y caritativa que profesaba á su nuera el mas tierno y desinteresado cariño.

Aunque la nueva de aquella vida nómada desconcertaba por completo sus bien combinados planes, Rosalba, dotada de esa fortaleza que hace de la mujer un héroe, aguardó resignada mes tras mes y año tras año la ocasión de llevar á cabo aquella venganza, cuya idea era la que animaba su miserable y desesperada existencia.
A los dos años, y como si el destino quisiese acelerar el logro de sus feroces deseos, el padre de Rosalba falleció repentinamente, dejando á su hija dueña de una fortuna que, residiendo en el pueblo, era mas que suficiente para vivir sin trabajar.
La cirujana maldecia su suerte, se retorcia las manos, y maldecía tambien la ceguedad del difunto á que dia por dia habia estado acosando en vano para que dejase bien arreglados sus asuntos.
Preocupada únicamente por el deseo de lavar en sangre su afrenta, Rosalba ofreció solemnemente á la cirujana dejarla en completa posesion de sus pingües haciendas, si ella por su parte se comprometia á poner en juego toda su astucia para ayudarla en el logro de la venganza con que incesantemente deliraba.
La cirujana, devorada por la codicia y pensando juiciosamente que las haciendas la vendrian muy al caso para conquistarse el amor del fiel de fechos, que le parecia escelente para tercer marido, prometió a Rosalba cuanto quiso, ofreciéndose á servirla á las mil maravillas, y confiándola reservadamente que nada podia escaparse á su penetracion, porque desde los quince abriles tenia pacto con los familiares.[1]
Rosalba que creia á ciegas en duendes y aparecidos, segura ya de que los familiares inspirarian á la cirujana el medio mas seguro de llevar á cabo su objeto, aguardó llena de fe á que llegase el dia marcado por el destino, esperimentando una impaciencia febril cada vez que la vieja se detenia un poco en el estanco á donde habia vuelto á instalarse diariamente unas cuantas horas en busca de novio.
Un año cabal duró la espera, y ya empezaba Rosalba á dudar del poder de los familiares, cuando la cirujana entró un dia cantando y bailando y levantando los brazos frente á su entenada, brillando en sus hundidos y arrugados labios una sonrisa cínica é insolente.
Al ver á su madrastra poseida de tan frenético gozo Rosalba nada preguntó, pero sintió que toda la sangre se le agolpaba al corazon.
-“ ¿No te lo decía yo?” esclamó la cirujana haciendo un gesto de los mas repugnantes: “no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague”: y Maria la Blanca con su blancura y sus zalamerías se fue á cumplir los veinte años á la tierra, dejándole la silla vacante y dos criaturitas galanas como dos soles para que no se te haga triste la casa.
Insultante é indecoroso sarcasmo, al comprender que “la que le dejaba la silla vacante era una madre jóven y hermosa que acababa de dar á luz su segundo hijo, Rosalba sintió correr por todos sus miembros un escalofrio doloroso y que su frente pálida se cubria de anchas gotas de sudor.
-“ Pues, hija, -añadió la cirujana con entusiasmo sin tener en cuenta la alteracion que revelaba el rostro de la muchacha, - el asunto ha sido que ni á pedir de boca; porque figurate que despues de haber salido á misa de parida, i cuando al ver que andaba tan lista como si tal cosa, su madre se habia ya vuelto á Aldea Dávila, la da un patatus, y sin decir oste ni moste…zas…y aquí paz y des pues gloria; como que se fue al otro mundo sin ver á su marido que hace ya cinco meses cumplidos que anda por esos mundos sin dar siquiera una vuelta por la casa.”
A pesar del afan que mostraba por ver llegar el dia de la venganza; á pesar de los abrasadores celos que le inspiraba la esposa del que tan villanamente habia burlado su amor, Rosalba esperimentaba un malestar indecible, lamentando sinceramente la suerte de la infeliz Maria y devorando en silencio las lágrimas de compasion que se agolpaban á sus ojos.

-“ Ya ves, hija –añadio la cirujana haciéndose aire con su abanico de á dos cuartos –lo que Dios hace está bien hecho; y á rey muerto, rey puesto”, y en lugar de pensar en venganzas y trigedias, sabes que Dios nos manda perdonar las injurias; con que al avio, y á recobrar lo perdido, que mas valen veinte años que veinte doblones de á ochenta, y “del agua vertida, la media cojida”
Rosalba bajó los ojos avergonzada ante aquella mujer que parecia penetrar en lo mas recóndito de su alma.
En pos del sentimiento de compasion que le inspiraba la suerte de aquella desgraciada esposa, se levantaba orgulloso, florido, indomable el amor que ya creia estinguido, el amor que la impelia con una fuerza sobrehumana á los pies de aquel hombre que tan friamente habia ultrajado su peregrina hermosura.
Ciega, desalentada, seducida por las sugestiones de la cirujana que desvanecia uno tras otro todos sus escrúpulos, Rosalba se decidió al fin á seguir á tontas y á locas los consejos de su madrastra que no cesaba de repetirle:
-” ¡Ay, hija mia y qué dias tan hermosos te aguardan!  ¡Bendito sea Dios que al fin y á la postre no se olvida nunca de los suyos!
Y la cirujana autorizada con su basquiña negra que la envolvia como una mortaja, y cubierta con su mantilla de franela calada sobre la frente á manera de toca, salió de su casa á boca de noche, encaminándose con otras comadres á “la cueva del Zorro”, situada en las profundas gargantas de la sierra , y á donde según decia esperaba saber aquella noche el sino con que estaba marcada Rosalba y los resortes que habia de poner en juego para conquistar de nuevo el corazon de Liborio.
Rosalba, dócil en todo á las inspiraciones de la que se habia acostumbrado á mirar como á una verdadera Sibila, encendió un cirio a San Antonio y pasó la noche en oracion, á fin de que se sirviese iluminar á la cirujana en sus profundas investigaciones.
Como una hora antes de amanecer la cirujana volvió á su casa en el mas completo estado de embriaguez, y tartamudeando los mas felices é indeclinables augurios....


La Atalaya de Aldeadávila de la Ribera. ARRIBES DEL DUERO


[1] Nota de la autora: “Pacto con los familiares. El pacto con el diablo no es tan solo una estravagancia de la nebulosa imaginacion de Goethe. En pleno siglo XIX existen todavía muchas personas inspiradas por el fanatismo y mas comunmente por la estafa, confiesan haber hecho pacto con el espíritu de las tinieblas, que en cambio pone á su disposicion un gran número de diablillos microscópicos, llamados familiares, que el poseido guarda casi siempre encerrados en una redoma de cristal, obligándolos á servirle de emisarios en todos sus antojos. Según la tradicion, los familiares hablan mucho, tienen la voz afeminada, y se burlan de sus enemigos, entrando y saliendo en la redoma por arte mágica y revestidos de las formas mas caprichosas. Hace muy pocos meses que una mujer, de las muchas que ejercen en madrid el oficio de adivinas, aseguraba muy formalmente que ella y otros once poseidos iban dos veces cada mes á la una de la madrugada á los campos de Vicálvaro á donde sucesivamente conferenciaban con el demonio por boca de los diablillos familiares, ratificando siempre el pacto con sacrílegos juramentos. Los familiares merced al privilegio de hacerse invisibles hacen penetrar á su poseedor al través de los mas espesos muros colándose casi siempre por el agujero de las cerraduras, y apareciéndose ordinariamente bajo la forma de insectos ó lagartijas”.


[1] Nota de autora: La Madrilana, FOTOGRAFIA XXIII (1ª serie)”

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